Un trabajador del Instituto Max Planck taladra un hueso de neandertal para obtener su ADN MPI EVA
A medida que avanza el
conocimiento sobre el ADN de las poblaciones neandertales, los científicos
están siendo capaces de reconstruir no sólo el origen de estos antiguos
homínidos, sino el del propio ser humano. Diferentes estudios han concluido que
nuestro material genético porta entre un 1,5% y un 2,1% de sus genes. Otros
trabajos intentan explicar qué implicaciones tiene que carguemos con la
información de esta especie extinta. Las dudas se centran en si nuestros genes
neandertales condicionan cómo somos o si incluso nos hacen más proclives a
ciertas enfermedades.
Para responder a estas
preguntas se necesita disponer de muestras que permitan estos análisis
genéticos. Y, aunque existen muchos restos fósiles con los que hacer comparaciones,
los científicos solo tenían hasta la fecha el genoma completo de un único
neandertal, obtenido a partir de los huesos de una hembra siberiana de las
montañas de Altái de hace 122.000 años. Sin embargo, un estudio publicado este
jueves por la revista Science ha acabado con esta limitación y aporta, por fin,
la secuencia completa de ADN de otro neandertal, el de una mujer que habitó la
cueva croata de Vindija hace aproximadamente 52.000 años.
Kay Prüfer, investigador del
Instituto Max Planck y primer autor en ambos trabajos, ha logrado junto con su
equipo un análisis de gran precisión para estas muestras de ADN, lo que no
resulta fácil teniendo en cuenta el estado y la antigüedad de los restos.
"La secuenciación de un genoma de alta calidad es un reto, ya que
necesitamos identificar una muestra que contenga una cantidad suficiente de ADN
y que a su vez esté poco contaminada", ha afirmado a EL MUNDO Kay Prüfer.
"En este caso, por ejemplo, sólo el 10% del ADN provenía del neandertal.
El resto era contaminación microbiana. Así que tuvimos que secuenciar hasta 10
veces más cantidad de muestra de lo que habríamos necesitado para un genoma
humano normal", ha explicado.
El hallazgo ha proporcionado
resultados inmediatos y así, en el mismo estudio, Prüfer y sus colegas, tras
cotejar sus secuencias con las bases de datos sobre genes neandertales y
humanos, han estimado que las poblaciones modernas no africanas transportan
entre el 1,8% y el 2,6% de ADN de neandertal, más que lo que se conocía hasta
ahora. Los asiáticos del este llevan incluso algo más de ADN de neandertal,
entre un 2,3% y un 2,6%.
Además, han identificado, en
este genoma neandertal común, variantes de genes relacionados con los niveles
de colesterol LDL en plasma y vitamina D, trastornos alimentarios, acumulación
de grasa visceral, artritis reumatoide, esquizofrenia o respuesta a drogas
antipsicóticas. Esto se suma a la creciente evidencia de que la ascendencia
neandertal influye en el riesgo de enfermedades neurológicas, psiquiátricas,
inmunológicas y dermatológicas que pueden sufrir los seres humanos actuales.
"Las variantes que encontramos tienden a estar presentes más a menudo en
las personas que padecen la enfermedad, pero no significa que la causen con una
certeza del 100%", ha puntualizado Prüfer.
Según este
equipo de científicos, hace unos 100.000 años, cuando los seres humanos
modernos migraron a Eurasia, los neandertales ya estaban adaptados a niveles
más bajos de radiación solar que a lo que estaba acostumbrado el Homo sapiens
que llegaba de África.
Un tercer estudio, publicado
a la vez en Science pero liderado por genetistas del Museo de Historia Natural
de Dinamarca, viene a completar el panorama. El grupo de investigación de Eske
Willerslev se ha centrado, no obstante, en cuatro seres humanos del Paleolítico
Superior, enterrados en el cementerio de Sunghir, en Rusia hace entre 34.600 y
33.600 años.
Estos restos se corresponden
con cuatro varones no emparentados entre sí y sin signos de consanguinidad
debido a la endogamia propia de poblaciones pequeñas, como por el contrario sí
ocurre en las poblaciones neandertales. Los científicos explican que la
movilidad de las poblaciones de cazadores recolectores del Paleolítico Superior
pudo llevar al hombre moderno a aparearse fuera de sus clanes.
"Los humanos del
Paleolítico Superior tuvieron mecanismos para evitar los apareamientos
endógamos y consanguíneos. Los neandertales no, porque eran muy pocos y no
podían seleccionar sus parejas, lo que tuvo un impacto en la viabilidad final
de la especie. Esto se observa en los neandertales y en animales en peligro de
extinción, como el lince ibérico", ha añadido.
Según este
investigador, "la genómica nos informa de la estructura social y de los
patrones reproductivos de los neandertales y de los europeos modernos, porque
la diversidad genómica es un reflejo de la demografia", ha concluido.
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