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Devolverles la vida: la era de la desextinción

El animal que revivieron era una especie de cabra salvaje llamada bucardo, o cabra montés de los Pirineos (Capra pyrenaica pyrenaica), una bestia grande y hermosa que podía llegar a pesar 100 kilos, con unos cuernos largos y delicadamente curvados. Durante miles de años vivió en la cordillera pirenaica, donde trepaba por los roquedales, mordisqueaba tallos y hojas y soportaba crudos inviernos.



El 30 de julio de 2003, un equipo de cientificos españoles y franceses invirtió el curso del tiempo. Recuperó a un animal extinguido, aunque solo para ser testigos de cómo se extinguía de nuevo. Con su muerte, la especie pasó a estar oficialmente extinguida. Sin embargo. algunas células de Celia sobrevivieron, conservadas en laboratorios de Zaragoza y Madrid. Durante los años siguientes un equipo experto en fisiología de la reproducción dirigido por José Folch inyectó núcleos de aquellas células en óvulos de cabra doméstica a los que se había extraído su ADN original, y luego implantó esos embriones reconstituidos en animales capaces de gestarlos. De 57 implantaciones, solo siete hembras quedaron preñadas. Y de esas siete gestaciones, seis no prosperaron. Pero una de las madres, un híbrido de cabra montés y ca­­bra doméstica, gestó a término un clon de Celia.


En realidad, las únicas especies que podemos aspirar a revivir son las que desaparecieron en las últimas decenas de miles de años y cuyos restos conservan células intactas o, como mínimo, suficiente ADN antiguo para reconstruir su genoma. Debido a la velocidad natural de la descomposición, no podemos soñar con recuperar el genoma completo de Tyrannosaurus rex, que desapareció hace 65 millones de años. Las especies que en teoría podríamos revivir son las que se extinguieron mientras el ser humano se convertía rápidamente en la especie dominante. Y sobre todo en los últimos años los humanos hemos provocado numerosas extinciones, por efecto de la caza, la destrucción de hábitats o la difusión de enfermedades. Ésa podría ser otra razón para devolverles la vida.

«Si hablamos de especies cuya causa de extinción hemos sido nosotros, entonces creo que es nuestra obligación intentarlo», opina Michael Archer, paleontólogo de la Universidad de Nueva Gales del Sur que desde hace años defiende la desextinción. Algunas voces críticas señalan que revivir una especie es como jugar a ser Dios. A lo que Archer responde: «Creo que ya jugamos a ser Dios cuando exterminamos a esos animales».

Otros científicos partidarios de la desextinción argumentan que habrá beneficios concretos. La diversidad biológica es un almacén de invenciones naturales. La mayoría de los fármacos, por ejemplo, no se inventaron partiendo de cero, sino que derivan de compuestos naturales presentes en diferentes especies de plantas silvestres, que también pueden extinguirse.


Los defensores de la desextinción tienen en cuenta esas cuestiones, y la mayoría cree que será preciso resolverlas antes de seguir adelante con cualquier proyecto. Hank Greely, destacado experto en bioética de la Universidad Stanford, está muy interesado en el estudio de los aspectos éticos y jurídicos de la desextinción. Aun así, tanto para Greely como para muchos otros, el solo hecho de que la ciencia haya avanzado hasta el punto de hacer posible una hazaña tan espectacular es en sí mismo una razón de peso para apoyar la desextinción, en lugar de rehuirla.

Fuente:National Geographic

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