El cangrejo prehistórico que arroja nuevas pistas sobre la evolución
La
enigmática quimera fue hallada en Boyacá. Tiene uno ojos enormes del tamaño de
balones de fútbol.
“Si lo comparáramos con los mamíferos, no
sería ni un roedor, ni un venado, ni un murciélago, ni un primate, ni un
elefante, ni nada de lo que conocemos fósil o vivo hasta el momento en la
historia. En el árbol familiar de los animales, sería una rama única, como los
ornitorrincos”.
Así es como el geólogo, biólogo y paleontólogo colombiano, Javier Luque, explica la importancia que tiene su
‘bella pesadilla’, una enigmática
criatura marina de la época de los dinosaurios (Cretácico
medio, 95-90 millones de años atrás) que arroja nuevas pistas sobre la
evolución de los cangrejos.
Cuando Luque estaba estudiando su pregrado en la Universidad Nacional, quería convertirse en un paleontólogo especialista en vertebrados, como la mayoría de las
personas que sueñan con estudiar fósiles, por aquello de que los huesos y dientes de animales
prehistóricos pueden ser más ‘sexys’ y curiosos.
Pero fue en una salida de campo, luego de varias horas analizando el terreno, que ya cansado de caminar y con el sol abrasando la piel, Javier se recostó sobre un afloramiento de rocas en Pesca, un pueblo cercano a Sogamoso (en Boyacá), y lanzó la pica ya desganado sin saber que bajo sus pies se encontraba uno de los descubrimientos paleontológicos más importantes del país. Lo que halló aquel diciembre del 2005 le cambió su rumbo profesional por completo.
A simple vista, el tesoro parecía ser arañas fosilizadas pero su forma era
bastante extraña como para serlo. Para salir de dudas, Luque contactó a varios
expertos internacionales y trató de identificar con exactitud de qué animales se trataba. Entre los cientos de fósiles que había, uno en
particular llamó más la atención. Recibió el mismo mensaje de todos: ‘no es una araña, es un cangrejo, pero
no sabemos cuál. Es algo que nunca hemos visto’.
“Entonces este hallazgo se convirtió en mi pesadilla, en mi frustración, porque
para entender a qué grupo pertenece este fósil tenía que compararlo con los que
ya existían. El problema es que no
había ningún punto de anclaje, era totalmente nuevo. Se trata del
animal que volcó mi pasión hacia los invertebrados (animales sin huesos),
especialmente a los artrópodos y
crustáceos”, le cuenta a EL TIEMPO el Ph.D en Biología Evolutiva de la
Universidad de Alberta en Canadá, e Investigador Postdoctoral en la Universidad
de Yale, en Estados Unidos.
“Esto desafía la visión tradicional sobre qué
es un cangrejo realmente y cómo
formas novedosas se originan y evolucionan. No es solo una especie, género o familia
nueva, es una rama completamente nueva en el árbol de la vida. Este es, quizás,
el descubrimiento paleontológico de Colombia
más importante desde la Titanoboa (una serpiente)”,
afirma el científico.
Javier
Luque, biólogo y paleontólogo colombiano.
Foto: Daniel
Ocampo
Lo que Luque halló es el primer ensamblaje de fósiles
marinos con preservación excepcional en las Américas tropicales conocido
hasta el momento. Es “excepcional”
porque incluye cientos de pequeños
crustáceos articulados, muchos de ellos con tejidos blandos o poco
mineralizados como las antenas,
aparatos sexuales, piezas bucales, músculos, e inclusive ojos en perfecto estado. Algo muy difícil
de encontrar, especialmente en los trópicos donde la vegetación es densa y las
rocas se vuelven suelo rápidamente.
Dentro de ese grupo se encontraba la ‘bella pesadilla’ (Callichimaera perplexa), un cangrejo quimera que tiene rasgos conocidos en varios
grupos pero nunca antes vistos en un solo organismo: Sus largas patas en forma de remos
adaptadas para nadar, enormes ojos, la forma del cuerpo similar al de las
larvas y unas tenazas parecidas a unas pinzas inglesas.
Luque explica que esos ojos son tan grandes para su cuerpo “como si los humanos los
tuviéramos del tamaño de un balón de fútbol”. Y, en cuanto a las patas de remo
adaptadas para nadar activamente, cuenta que hay un hueco histórico en el registro fósil de casi 100 millones de
años (desde el final de la Era Paleozóica hace 250 millones de años y el Cretácico medio hace 95 millones de
años) que no se explica, dado que nunca
se había encontrado un artrópodo marino con esa innovación evolutiva en
este intervalo de tiempo geológico, hasta ahora.
Nuestros hallazgos desafían la visión tradicional sobre qué es un cangrejo. No es solo una especie, género o familia nueva, es una rama en el árbol de la vida totalmente nueva.
El experto no sabe qué pasó en ese periodo de
tiempo, pero ningún otro organismo
pareciera tener esta misma cualidad. “No lo sabemos porque la evolución no está
escrita, es contingente, como lanzar los
dados y no saber qué saldrá. Por ejemplo, supongamos que hoy desaparecieran todas
las aves del mundo, ¿qué grupo entraría a reemplazarlas? Los
murciélagos también vuelan, pero no nadan como los pingüinos, no corren como
los avestruces y son polinizadores
pero solo nocturnos. ¿Entonces cuáles vertebrados cubrirán ese bache de
animales voladores? No lo sabemos”, explica Luque, “y lo mismo pasa con los artrópodos: solo a través del registro
fósil podemos entender la diversidad de formas y adaptaciones a través del
tiempo que han dado lugar a la diversidad
que vemos hoy”.
Colombia y Estados Unidos
Hasta hace unos
pocos años, los fósiles de este cangrejo
solo se habían visto en Colombia;
sin embargo, uno de los colegas de Luque, el Dr. Rodney Feldmann de la
Universidad de Kent, le mostró otros anatómicamente idénticos hallados en
Wyoming (Estados Unidos). Aunque no se puede decir que primero apareció en
Colombia y luego migró a EE.UU. (porque solo hay dos puntos de referencia), “al
menos sabemos que para el Cretácico medio ya estaba a más de 4.000 kilómetros
de distancia, lo que significa que tuvo una distribución transoceánica”,
explica el geólogo.
“¡Y hace tan solo unos días otro colega nos informó de la ocurrencia del mismo grupo de fósiles pero en África! Esta bella quimera nadadora, no más grande que una moneda, tenía una distribución global”, asegura Luque entusiasmado.
La descripción de la ‘bella pesadilla’ en Pesca, publicada en la revista Science Advance, hace parte de un proyecto interinstitucional liderado por Luque, junto con investigadores de Colombia, Canadá, México, Ucrania y Estados Unidos. Los científicos contaron con el apoyo del Servicio Geológico Colombiano (SGC), la Asociación Colombiana de Geólogos y Geofísicos del Petróleo (ACGGP), el Fondo Corrigan-Corporación Geológica ARES, el Consejo de Investigación en Ciencias Naturales e Ingeniería de Canadá (NSERC) y el Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales (STRI).
Callichimaera
perplexa, el extraño fósil que obliga a repensar lo que realmente es un
cangrejo.
Foto: Daniel
Ocampo.
Mayor descubrimiento después de la Titanoboa
Un referente para
los biólogos y paleontólogos en el
país siempre ha sido la gran Titanoboa, la cual
ha sido considerada como la serpiente
más grande del mundo y que ocupó la cima de la cadena alimenticia. Este
reptil de 15 metros de largo, alrededor de 65 centímetros de ancho y que pesaba
casi 1.100 kilos, habitó los ríos y pantanos hace 60 millones de años.
Sus imponentes
fósiles fueron hallados en El Cerrejón (La Guajira), en rocas que fueron
formadas en antiguos ríos y lagos, en hábitats similares a aquellos en los que
actualmente viven las anacondas. Aun
así, esta mega-serpiente pertenece a un grupo ya conocido de anacondas. Lo
mismo pasa con otros nuevos hallazgos en rocas del Cretácico de Villa de Leyva y zonas próximas, como
el Padillasaurus y el Sachicasaurus;
imponentes animales, sí, pero todos pertenecientes a familias y grupos bien
conocidos a nivel mundial.
“En pleno siglo XXI y todavía seguimos descubriendo ramas en el árbol familiar de los animales. ¡Es demasiado emocionante porque esto nos dice que hay mucho por conocer, mucho trabajo por delante, y que Colombia tiene un potencial inmenso para entender aspectos de la evolución y la paleontología que antes no conocíamos!”, explica Luque, quien además considera que “el rompecabezas de la historia lo hemos estamos armando con las piezas equivocadas, solo con las de Europa y Estados Unidos (que no tienen mucha cobertura vegetal y por eso es más fácil estudiar sus fósiles), cuando, en realidad, los trópicos –incluyendo Colombia– son la región con mayor diversidad del mundo pero de donde conocemos muy poco acerca de cómo era antes".
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