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Los cerros que protegen a Bogotá necesitan nuestro cuidado.

Los cerros orientales de la capital albergan ecosistemas complejos de bosque andino vulnerables.
Vista panorámica de los cerros de Bogotá. FOTO: Federico Rios

Son el rasgo más distintivo de Bogotá, Monserrate y Guadalupe, coronan dos de sus cúspides, y para los capitalinos son un orientador geográfico, el predictor del clima del día y un recordatorio de una historia geológica que formó la sabana de Bogotá y una serie de volcanes que permanecen en estado de hibernación.


Los cerros orientales de Bogotá albergan ecosistemas complejos de bosque andino con un importante contenido de musgos, fundamentales para la captación de agua. 


También son un bioconector de cerca de 14.000 hectáreas entre los macizos de Chingaza y Sumapaz, lo que se traduce en un alto número de especies de flora y fauna que habitan esta zona y se desplazan por ella; entre los animales que se destacan están el oso de anteojos, venados, tigrillos, pumas, dantas o zorros, que son reflejo de una alta biodiversidad y de un sistema muy complejo de flujos de materia y energía que permite sustentar un alto número de especies.

Su presencia como barrera y protector natural constituye un regulador del clima, de las precipitaciones y de los vientos que llegan a la sabana de Bogotá provenientes del este.

Protejámoslos, conservémoslos, brindémosles nuestra gratitud con pequeñas pero significativas acciones que conduzcan a su subsistencia y a curar las heridas

De ellos y sus formaciones adyacentes depende en buena medida la disponibilidad de agua para la capital y municipios aledaños, y cada día al salir el sol y mostrarnos su manto verde, nos recuerda también que son los principales productores de oxígeno para todos los seres vivos que habitan una sabana en la que cada vez se pierden más árboles y formaciones vegetales.


En síntesis, biodiversidad, protección, agua y aire son solo algunos de los principales servicios que nos brindan los cerros orientales. Protejámoslos, conservémoslos, brindémosles nuestra gratitud con pequeñas pero significativas acciones que conduzcan a su subsistencia y a curar las heridas o cicatrices que ya han causado el urbanismo y el uso inadecuado de sus suelos.

Mucha legislación se ha generado en torno a ellos, pero no es suficiente. Frente a la naturaleza, lo que realmente cuenta es tener la férrea convicción interna, como colombianos, de que debemos cuidar recursos invaluables, como nuestros cerros orientales, y ser honestos, respetuosos y transparentes en el buen uso de los beneficios que nos brindan.

ANDRÉS FRANCO HERRERA
Director del Departamento de Ciencias Biológicas y Ambientales de Utadeo.

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