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Cuando la ciencia se toma el mar

En Colombia, específicamente en el Caribe occidental, existe un lugar único y majestuoso que se caracteriza por sus valores ambientales y culturales, una red de ecosistemas indispensables para el desarrollo sostenible, que abarcan desde 1993 el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Es un escenario propicio para el turismo, el desarrollo económico y la ciencia, no solo del país, sino del mundo entero. Cuenta con una extensión terrestre de 5.700 hectáreas (ha) y un área marina de 30.000.000 ha que representa el 10% del mar Caribe.
Este lugar tiene además la tercera barrera coralina más grande del mundo, una gran riqueza en diversidad de fauna y flora, increíbles recursos genéticos, fondos marinos arenosos, paisajes inverosímiles, ecosistemas terrestres que incluyen bosques secos tropicales, bosques de transición, praderas de pastos que rodean las tres islas habitadas y varios islotes que lo componen, y sobre todo, especies clave en la cadena trófica. Este sitio casi utópico es la Reserva de la Biósfera Seaflower.
Con el fin proteger la inigualable biodiversidad de esta reserva, considerada patrimonio de la humanidad desde el 2013, se abren convocatorias anuales para que industria, academia y centros de investigación, aunen esfuerzos para  coordinar iniciativas de estudio para el desarrollo ambiental y la  conservación de la identidad cultural de las comunidades que habitan este territorio, además de buscar componentes y sustancias que puedan generar productos con alto valor agregado.

BIOS en Seaflower
Este año el Centro de Bioinformática y Biología Computacional de Colombia – BIOS participó en la convocatoria para la Expedición Seaflower 2016 en la Isla Cayo Serrana, donde por primera vez,  durante 20 días, estará presente en compañía de 28 instituciones de reconocida trayectoria en el país, entre ellas Coralina, la agencia responsable de tomar las decisiones sobre la reserva a nivel local, nacional e internacional y autoridad gubernamental del archipiélago; también Dimar, la Universidad de los Andes, El Jardín Botánico, Invemar, la Universidad Nacional de Colombia, la Fundación Malpelo, la Universidad Javeriana, entre otras.
“Estaremos trabajando con expertos en este campo, es una oportunidad de experiencia para adquirir destrezas nuevas en las investigaciones” afirma Catalina Álvarez Yela, investigadora en bioinformática y bioprospección de BIOS, y quien representará al Centro en la expedición.
En esta oportunidad, BIOS  estudiará las características de varios microorganismos marinos de la Reserva, como bacterias, virus, hongos y algunas algas, que son responsables de hasta el 98% de la productividad primaria marina, es decir, son los principales fabricantes de energía y nutrientes esenciales para las especies que habitan el mar.
Estas características serán relacionadas con macroorganismos, es decir, organismos más grandes como algunas algas o esponjas, que son otro tipo de invertebrados, los cuales están dentro del ecosistema y son esenciales en procesos ecológicos. Sin duda, una iniciativa importante, pues esta relación se ha estudiado poco. “Propusimos entonces, hacer muestreos de suelos y de aguas para estudiar estas comunidades e indagar cuáles tienen el potencial para ser usadas en la industria desde bioprospección“, explica el director científico de BIOS, Marco Aurelio Cristancho.
De esta manera, se podrán determinar ciertos factores ambientales que afectan directamente el ecosistema.
Dichas muestras serán analizadas y procesadas en alianza con diferentes universidades y luego habrá un proceso de obtención de datos de secuencia específicos con lo que se espera encontrar genes e información esencial para entender la evolución y comportamiento de estas especies, además de posibles compuestos escalables para distintas industrias, explicó el Director Científico, todo esto con la infraestructura de computación de alto desempeño con que cuenta BIOS.
Álvarez Yela dice que la emoción de saber que se aprobó el proyecto es muy grande. “Es un sueño para cualquier ingeniero o biólogo”. Además, añade que “es un proyecto que abre un mundo de posibilidades a nivel de biodiversidad y la información que se genere es un aporte significativo de BIOS al conocimiento sobre las posibilidades de esta reserva”.
En la expedición, diferentes grupos de investigación trabajarán en 22 proyectos, entre ellos temas de hidrografía, oceanografía y meteorología; avistamiento de aves, reptiles y mamíferos marinos. Igualmente estudios sobre biodiversidad marina, censos de algunas especies de caracoles, como pala y burgao, arrecifes mesofóticos, cobertura vegetal, biotecnología basada en elementos ecosistémicos,  bioprospección, al igual que censos de patrimonio cultural sumergido, entre otros. Ciencia colombiana para la vida marina.
El doctor Cristancho explica que esta oportunidad permite visibilidad nacional e internacional para BIOS, “tenemos la capacidad científica y vamos a obtener una enorme cantidad de información que nos va a permitir desarrollar proyectos para la industria cosmética, de alimentos y, eventualmente, para la industria farmacéutica”.
Cayo Serrana, una aventura retadora
La expedición comienza el 4 de agosto. El encuentro será en San Andrés, lugar donde zarparán hacia la Isla Cayo Serrana con víveres, equipos técnicos, tecnológicos y apoyo en primeros auxilios,  52 investigadores en compañía de asistencia médica y un grupo de soporte, liderado por la directora de campo Juliana Sintura, quien apoyará cada investigación.
Los investigadores se distribuirán, algunos en la isla, en campamentos, con disponibilidad controlada de lanchas para exploraciones en tres zonas de muestreo. En cada zona se establecerán cinco días. Lo que caracteriza principalmente estas áreas son sus aguas no profundas. Sin embargo, todos los participantes deben tener una previa capacitación en buceo.
Así mismo, otro grupo estará mar adentro en el Buque Oceanográfico ARC “Providencia”, que fue construido en Alemania y ha sido utilizado anteriormente para investigaciones científicas y geológicas de la Armada Nacional en el mar Caribe y en el Pacífico colombiano.
“Será un trabajo arduo, jornadas continúas de recolección de al menos 600 muestras bajo el sol, en el mar, donde claramente va a ver un desgaste físico y, obviamente, la electricidad, los alimentos y el agua serán regulados para los 20 días. Las condiciones en el área de estudio serán una aventura” reflexiona Álvarez. También recuerda que “afortunadamente estamos contactándonos con personas de Invemar y la Universidad de los Andes de los cuales tendremos respaldo en apoyo logístico“.
De esta manera, cada investigación tiene como objetivo enfocar sus esfuerzos en fortalecer la gestión de conocimiento de la reserva como parte de la estrategia integral para el desarrollo de la ciencia en el archipiélago.
Luego de la expedición, está propuesto para un año la obtención de  resultados. A partir del primer semestre se deben presentar constantemente derivaciones o análisis de los datos suministrados.
Las instituciones que participarán en esta versión de la Expedición a la reserva Seaflower compartirán datos, experiencias y conocimiento, todo para conservar la riqueza en biodiversidad de esta zona y buscar elementos que puedan beneficiar la bioeconomía del país, sostenible y sustentablemente.
Por: Ximena Restrepo

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