Animales silvestres como mascotas, la amenaza para la fauna en Colombia
El tráfico ilegal de especies es el tercer negocio ilícito más rentable del mundo con un mercado anual de entre 10.000 y 26.000 millones de dólares.
Sin quererlo, con su largo y frío cuerpo, movió una mesa sobre
la que reposaba una maceta. El tiesto cayó en su cabeza y su dueño tuvo
que entregarla a las autoridades. Corrió con suerte: tras cinco meses
de cuidados, la boa regresó a la selva de Colombia. La historia se repite por miles en el segundo país con más biodiversidad del
mundo, pues la tendencia a capturar animales silvestres para intentar
domesticarlos copa a las autoridades ambientales.
"Principalmente en fincas o en lugares de recreo, donde la gente va a pasar su descanso, es donde tienen (...) toda esta clase de fauna silvestre", dice a la AFP Juan Camilo Galvis.
El deseo por tenerlos, coinciden expertos y autoridades, responde a un ramillete de ingredientes. "Hay rasgos muy marcados del narcotráfico como el de tener un
zoológico en casa", explica Sebastián Benavides, de la estatal Red de
Fauna Silvestre del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, que incluye a
Medellín y nueve municipios de Antioquia.
A finales del siglo pasado Pablo Escobar o el clan Ochoa convirtieron
haciendas en zoológicos. Allí llevaron especies exóticas como
elefantes, rinocerontes o hipopótamos traídos de Estados Unidos o
África. A esa costumbre se suma "la falta de educación" de quienes no
dimensionan el impacto en la naturaleza de alejar de sus hábitats a sus
nuevas "mascotas", así como la oportunidad que hallan algunos en la
venta de las especies, apunta el experto. Con un mercado anual de entre 10.000 y 26.000 millones de dólares, el
tráfico ilegal de especies es el tercer negocio ilícito más rentable
del mundo, por detrás del narcotráfico y la trata de personas, según la
ONU.
AFP |
De monos a aves
Por las carreteras de Antioquia, del que Medellín es capital, algunos
transportan Guacamayas, pericos, tigrillos, hicoteas, iguanas, tayras,
micos, pumas o serpientes extraídas de las selvas de Córdoba, Chocó o
Urabá, en el norte y noroeste. También hay especies amenazadas o vulnerables como los mono arañas o churuco. Solo en el Valle de Aburrá las autoridades rescatan al año 5.500
ejemplares, señala Andrés Gómez, del Grupo de Fauna Silvestre de esa
zona. En 2017 se incautaron 23.600 en toda Colombia, según la policía
ambiental.
Cualquier espécimen "que extraemos de su medio natural para tenerlo en una casa como mascota, como diversión, es un animal que está muerto para la vida, porque estos animales cumplen una función biológica y ecológica en el ecosistema, dispersan semillas, controlan otras especies", añade.
Del Urabá habría salido la constrictor que sobrevivió al accidente.
Café, de un metro con ochenta de largo y macho, el reptil vivía con su
dueño en una casa del barrio Manrique en Medellín. El golpe de la maceta le produjo un trauma en la cabeza y la boca, y
obligó al propietario "a entregarla, porque no tenía a dónde llevarla",
señala Benavides.
La legislación colombiana prohíbe a los veterinarios atender animales
silvestres, salvo autorización, con lo que se busca que los tenedores
se vean forzados a devolverlos cuando demanden atención. Si los regresan, no son sancionados. Pero los comerciantes o
traficantes se exponen a hasta ocho años de prisión y a multas
millonarias.
AFP |
Animales maltratados
A diario tres unidades móviles de rescate circulan por el Valle de
Aburrá. Cuando recuperan a un animal lo llevan a un centro de atención. Al lugar llegan pumas sin colmillos ni garras, y que tienen daños en
sus cuellos por las cadenas con las que los amarran. O monos aulladores
con problemas digestivos por comer "comida chatarra".
"La mayoría de animales que vienen de tráfico, de una tenencia ilegal han recibido alimentos que no son adecuados para la especie (...) y que les hacen mucho daño para su metabolismo", asegura Luz Rodríguez, veterinaria del hogar de paso de la Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia.
Las autoridades estiman que reubican o liberan al 70% de las especies
recuperadas. Los restantes mueren, tienen afectaciones graves o,
incluso, son sacrificados por mal estado. Los felinos tardan años en reacondicionarse a su soledad natural y
las aves recaen frecuentemente en las trampas de los cazadores, mientras
que los reptiles se adaptan fácilmente a la libertad.
Benavides lideró a mediados de agosto una misión que partió de
Medellín, hizo escala en Urabá y finalizó en Cartagena. Llevó 20 micos
tití, casi 200 tortugas y 18 boas, entre ellas la sobreviviente. El experto la cargó hasta lo hondo de una reserva forestal en Mutatá,
a 640 kilómetros de Medellín. Una vez la soltaron, tardó segundos en
desaparecer.
"Esto es indescriptible, esto es algo que engrandece el corazón y dignifica el alma. Es algo muy bonito sentir cómo estos animales reconocen inmediatamente su hábitat y lo toman como su hogar".
Fuente: El Heraldo
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