La inspiradora historia de Juan David, el observador de aves más joven de Colombia
Tiene 10 años y cambió los videojuegos por los binoculares para seguir su pasión: recorrer Colombia buscando pájaros. A su corta edad, ha participado como conferencista en el Festival Internacional de Aves. Su próximo reto es encontrar un cóndor.
Binoculares en mano, Juan David Camacho camina por el bosque. Con diez años es el observador de aves más joven de Colombia, y va tras un sueño de gigante.
Su país es el número uno del planeta en diversidad de aves y por lo tanto un paraíso para los ornitólogos. Juan David pretende ver las más de 1.920 especies de aves registradas. "Salimos muy temprano con nuestras cámaras, binoculares y trípodes", cuenta el niño, siempre atento a que algún raro especimen se pose sobre una rama en los alrededores del Lago de las Garzas de Cali.
Hincha del fútbol como la mayoría de los colombianos, Juan David descubrió su otra pasión de la mano de su padre hace tres años. Aprendió a pasar muchas horas en silencio. "Las primeras salidas con mi papá no me gustaron mucho, ¡pero después sí!", afirma. Desde entonces una vez al mes viaja a los bosques tropicales que rodean Cali, la tercera ciudad más grande del país con unos 2,5 millones de habitantes. Ubicada en el corazón del Valle del Caucay la Cordillera de los Andes, esta región está a entre 900 y 4.100 metros de altura. Y cuenta con "562 especies de aves, mucho más que en toda Europa", dice el experto Carlos Wagner.
En tres años Juan David ha visto 491 especies de aves y 200 en fotos. Pero "la que no he visto es el cóndor y me gustaría verla", subraya el chico. En febrero compartió sus "tres años de pasión por las aves" en una conferencia del Festival Internacional de Aves, que atrae a más de 15.000 personas cada año a Cali. Demasiado pequeño para hablar desde el atril, el niño se hizo con el micrófono para comentar las imágenes de las expediciones que ha hecho junto a sus padres, una abogada y un técnico de sistemas, enamorados también de las aves.
Aviturismo
Después de Brasil, que lo supera ocho veces en tamaño, Colombia es el segundo país más rico en biodiversidad y el primero en número de especies de aves: más de 1.920 identificadas según el catálogo disponible, lo que representa el 19% de todas las especies del planeta. Una parte importante del territorio colombiano queda por explorar. Con su clima tropical, Colombia, un país atravesado por tres cordilleras, une la fauna de Norteamérica y Sudamérica.
Y esto hace "que tengamos muchos ecosistemas donde han evolucionado muchas especies de aves", explica Wagner, de 40 años y director del Festival. Este otro apasionado de los plumíferos creció en el campo que rodea el Bosque de San Antonio, a 18 kilómetros de Cali, donde se realizó la primera gran expedición ornitológica en Colombia organizada por el Museo de Historia Natural de Nueva York en 1910. Amenazado por la deforestación, este edén de 900 hectáreas fue nombrado en 2004 Área de Importancia para las Aves (AICA), por la reconocida ONG británica BirdLife.
"A diferencia de otros países, las AICAS no son legalmente consideradas como áreas de conservación, entonces no había garantías", agregó Wagner. Este experto zootecnista, que se graduó con un proyecto sobre aviturismo, lidera junto con otros entusiastas de la ecología una campaña de sensibilización social. Los observadores de aves "somos muy románticos, pero los campesinos tienen necesidades económicas", reconoce. Por eso promueve, de granja en granja, que los pobladores reciban dinero por recibir a los observadores en sus fincas.
Zonas prohibidas
Aunque Colombia es el reino de las aves, el turismo de observación se ha visto limitado por el conflicto. Pero el gobierno es consciente del potencial económico de esta actividad. De ahí que se haya propuesto recibir hasta 15.000 observadores al año, que dejarían casi nueve millones de dólares, según una proyección del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. La mayoría de visitantes proviene actualmente de Estados Unidos, Canadá, Argentina y Reino Unido.
En el bosque de San Antonio, una decena de guías dan la bienvenida a los observadores, que pagan unos 20.000 pesos por entrada.
Olga Gómez cría conejos y ha transformado su pequeña granja de una hectárea en un paraíso para las aves. "Plantamos flores que les gustan a los pajaritos. Esto es una reserva forestal, no se puede cortar nada. No tenemos ni gatos, ni perros" para no espantar a las aves, dice sonriente esta mujer de 66 años. 1.000 personas han visitado en un año su Finca La Conchita, donde cartuchos, heliconias rojas y pequeños platos con agua azucarada atraen a las aves.
Especies raras
Arriba en la montaña, en la Finca Alejandría, nubes de colibríes de todos los colores también revolotean alrededor de platos rojos. Otras especies se alimentan de bananos puestos sobre plataformas de bambú. Una familia francesa, procedente de Amiens, se maravilla. "En nuestras grandes llanuras del norte, los árboles han desaparecido debido a la agricultura extensiva. Vemos cada vez menos aves. ¡Aquí está la magia!", señala el padre Marc Bulcourt, un enfermero jubilado de 62 años.
Aparece entonces una tángara multicolor, una de las 79 especies de aves endémicas de Colombia. "Todo observador de aves la quiere ver una vez en su vida antes de morirse", exclama Wagner mientras apunta al Chlorochrysa nitidissima, el nombre científico de este pequeño volador de colores turquesa, amarillo y verde anís.
Pero Juan David está empeñado en su propia búsqueda: el cóndor. El ave icónica de los Andes está amenazada, y su población es pequeña y muy difícil de observar. "Cuando ya haya visitado todos los lugares de Colombia, si tengo la oportunidad, iré a otros países", afirma. El niño, claro, también quiere ser ornitólogo.
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