Incluso en el corazón de las ciudades más grandes de Colombia, tienes la sensación de que te encuentras en el país de las aves. El canto de los pájaros y el sonido de su aleteo inundan las avenidas y los parques. A medida que te alejas de las zonas urbanas y te adentras en las imponentes montañas, llanuras fluviales y densas junglas, la abundancia de especies se vuelve evidente, es posible avistar a un cóndor andino o a diversos tipos de colibríes que revolotean de árbol en árbol en paisajes tan icónicos como el Valle de Cocora al sur de Colombia.
En el punto medio del continente Americano, Colombia sirve de punto de parada vital para especies migratorias y también es hogar del 20% de las especies de aves del mundo. Una de las grandes razones para eso es que Colombia cuenta con 13 ecorregiones diferentes y cada una de ellas posee una biodiversidad sobresaliente. 
No ha sido sencillo conocer el estado real de conservación de varias especies de aves, sobre todo porque gran parte de las 440.800 millas cuadradas de Colombia son inaccesibles por la distancia, el terreno y los conflictos sociales. Sin embargo, la Pontificia Universidad Javeriana y el Instituto Humboldt de Colombia han tratado de reunir esa información y los resultados de la última investigación que finalizaron en marzo de 2017.
El primer volumen del Libro, publicado en 2014, se centró en estudiar las especies de aves que habitan la selva andina y la costa pacífica. Esta vez, el segundo volumen ha concentrado sus investigaciones en las especies de la región del Darién, la Sierra Nevada de Santa Marta al norte de Colombia y las selvas de la partes central, norte y este del país.
El autor principal y vicerrector de investigación Luis Miguel Renjifo habló con Mongabay Latam de los descubrimientos y el estado de conservación de las aves en Colombia.
“Ahora, nuestra estimación es que hay más que 1.900 especies de aves en Colombia. De esas, 140 están en riesgo, 56 amenazadas.  Esto es más o menos un 1% de las especies de aves”, dijo Renjifo, quien calificó estos resultados como una buena noticia, aunque precisó que lo ideal sería que no existieran especies amenazadas en Colombia.

“Las regiones de Colombia tienen niveles de riesgo diferentes y amenazas diferentes. Descubrimos que había algunas regiones que van mejor que otras”, explicó Renjifo. Por ejemplo, sostuvo, las poblaciones de aves de la costa pacífica de Colombia se encuentran más conservadas de lo que esperaban.
En el informe, hay una especie de ave confirmada extinta, dos que se presumen extintas (porque sólo han sido conocidas en las colecciones de antiguos especímenes de museo) y nueve especies en peligro crítico de extinción. El pájaro extinto es el zampullín colombiano o zambullidor andino (Podiceps andinus) y los dos que podrían haberse extinguido son dos diminutos pájaros de colores brillantes: el ángel de Bogotá (Heliangelus zusii) y el calzadito turquesa (Eriocnemis godini).
De las nueve especies en Peligro Crítico de extinción, tres son endémicas de Colombia, es decir, no se encuentran en ninguna otra parte del mundo: el cucarachero de Nicéforo (Thyrophilus nicefori), el cucarachero de pantano (Cistothorus apolinari) y el paujil colombiano (Crax alberti).
También cabe mencionar que se registraron 12 especies endémicas clasificadas como en peligro de extinción, 11 en la categoría de vulnerables y una especie como no amenazada. Se estima que hay 73 especies endémicas en Colombia, lo que significa que sólo de las especies estudiadas en el informe, el 30 % de las especies endémicas del país están Amenazadas, el 4,1% están en Peligro Crítico y el 2,7% se han extinguido.
Pero este escenario siempre puede cambiar. Por ejemplo, el cucarachero paisa (Thryophilus sernai) fue descubierto en 2012 y probablemente esta ave termine amenazada cuando se ponga en marcha el proyecto de la hidroeléctrica en Ituango, según los expertos consultados, porque estará situada en el  hábitat de esta ave.
Con el fin de explorar el estado de conservación de las aves en Colombia, Mongabay Latam echó un vistazo a algunas de las biorregiones icónicas del país y conversó con algunos de los científicos que han trabajado en el terreno.
Santa Marta: el territorio del paujil de pico azul
Empezamos en Santa Marta, un centro turístico ubicado al noreste de la costa de Colombia. Drenada por más de 30 cuencas fluviales, el macizo de Sierra Nevada de Santa Marta se eleva abruptamente desde el área costera del Caribe hasta los 5.775 metros sobre el nivel del mar. Debido al pronunciado ascenso, existe una amplia gama de biomas, desde tierras bajas costeras hasta el cinturón de pastos y matorrales montanos de gran altura llamados páramo.
Hay 12 especies amenazadas o en peligro de extinción en la Sierra Nevada de Santa Marta, según el volumen II del Libro Rojo de Aves.  Hay especies endémicas como el barbudito azul (Oxypogon cyanolaemus) y el barbudito canelo (Oxypogon stuebelii). Estos son colibríes que viven en el alto páramo. También se encuentran en peligro el periquito de Santa Marta (Pyrrhura viridicata), el birro de Santa Marta (Myiotheretes pernix), el cucarachero de Santa Marta (Troglodytes monticola) y el arañero de Santa Marta o curruca Santa Marta (Myiothlypis basilica).
Mongabay Latam habló con Camila Gómez Montes, investigadora colombiana de Selva, organización que trabaja con científicos, comunidades locales y colaboradores internacionales para llevar a cabo estudios sobre la conservación de los neotrópicos.
“Algunas de las especies en peligro crítico son el El Paujil de Pico Azul (Crax alberti). Esa especie ha sido cazada y los bosques de elevaciones bajas en los que habita han sido muy deforestados en la Sierra. Además, la mayoría de áreas protegidas no están en las alturas bajas y medias donde esta especie prefiere vivir”, precisó.
En el páramo, mientras tanto, Gómez dijo que muy poco se sabe sobre las especies que viven allí como el cucarachero de la sierra porque el acceso a la zona está restringido.
“En Santa Marta creo que el reto es lograr que todas las comunidades, tanto indígenas como campesinos, los investigadores, el Estado, los parques nacionales y los empresarios, trabajen en conjunto para conservar y utilizar los recursos de forma sostenible. Lograr una comunicación y sinergia entre tantos grupos de personas diferentes es un gran reto, pero es la única forma de lograr preservar este patrimonio tan importante”, explicó.
Las principales amenazas para las aves de la Sierra Nevada de Santa Marta son la deforestación en las zonas bajas y la presencia continua de cultivos ilegales de coca.
Según un informe de la ONU, se podría decir que al menos el 60% de los cultivos ilícitos se plantan en tierras recientemente deforestadas.
Darién: el hogar de 13 especies endémicas
Al lado opuesto de la costa del Caribe colombiano de Santa Marta se encuentran los densos bosques tropicales de la región del Choco-Darién. El terreno es tan agreste y los bosques tan difíciles de penetrar que es el único punto que falta por unir en la carretera panamericana que se alarga desde Alaska hasta Argentina.
En las tierras bajas del Darién, cerca de la costa, las especies se encuentran mejor documentadas, pero en las tierras altas, el estudio más reciente fue publicado en marzo de 2017, pero con datos recogidos de una expedición realizada en el 2010.
El Dr. Nick Bayly, científico también del grupo SELVA, ha realizado un trabajo de campo extenso en la región, pero reconoce que nadie sabe exactamente cuántas especies hay ni en qué estado se encuentran.
Sin embargo, el investigador señaló que, hasta el momento, se ha podido confirmar la existencia de 13 especies de aves endémicas en el Darién, con distintos grados de amenazada y que no se encuentran en ningún otro lugar de Colombia ni del mundo.
En las tierras bajas del Darién viven dos especies de aves, el Jacamará dorsioscuro (Brachygalba salmoni) cuyo estado de conservación es de Preocupación Menor y el buco de Noanamá (bucco noanamae) que se encuentra como Casi Amenazada. En el este del Darién de Panamá y Colombia, en el bosque de piedemonte vive el corcovado del tacarcuna (Odontophorus dialeucos) que se encuentra en estado Vulnerable y en la Serranía del Darién, por encima de los 900 metros, es posible ver a la paloma perdiz de Goldman (Geotrygon goldmani) que está como Casi Amenazada. En la misma zona, pero esta vez sobre los 1000 metros, es posible avistar al colibrí pirreño (Geothalsia bella) y al subepalo bonito (Margarornis bellulus), ambos considerados Casi Amenazados, el tapaculo cejiblanco (Scytalopus panamensis) clasificado como Vulnerable y el solitario variado (Myadestes coloratus) de Preocupación Menor.
Finalmente, en el bosque Elfín de la Serranía del Darién vive el arañero del pirré (Basileuterus ignotus) que está en la categoría de Vulnerable y tres especies más, que también habitan la Serranía del Darién. Cierran la lista: el tangará nuquiverde (Tangara fucosa) considerada como Casi Amenazada, y el montero de tacarcuna (Chlorospingus tacarcunae) y el clorospingo del pirre (Chlorospingus inornatus) de Preocupación Menor.
Aunque la región del Darién alberga el Parque Nacional Los Katios, considerado Patrimonio Mundial, que cuenta con 450 especies de aves, el investigador explicó que las áreas que más atención necesitan son las que están por encima de los 1.000 metros de elevación y que no están protegidas por el parque. En esos picos más altos, lejos del mar, se encuentran muchas más especies de aves.
Nick Bayly concluyó que si bien la lejanía y selva tupida hacen del Darién un refugio ideal para las aves, lo es también para los grupos ilegales.
Altos Andes: ¿dividendo de paz?
El impresionante Valle del Cauca es representativo de los Andes colombianos. Es un área de aves endémicas que contiene 12 especies de distribución restringida (cuatro de las cuales no existen en ningún otro lugar) y que tiene una extensión de 19 000 km2. Una de esas especies es la pava caucana (Penelope perspicax) que se encuentra en bosques húmedos situados entre los 1.200 y los 2.200 metros, en ambas pendientes del valle, y que ha quedado relegada, en la actualidad, a unos pocos fragmentos de bosque.
Pero entre las especies más emblemáticas de los Andes están también algunas aves grandes y carismáticas como el paujil colombiano (Crax alberti), especie endémica del norte de Colombia; el cóndor andino (Vultur gryhpus), que aparece en la bandera y en los billetes del país; y una majestuosa ave rapaz conocida como el lagunero cenizo (Circus cinereus). Hay considerar, además, que también habitan este ecosistema una variedad de cucaracheros, de patos y de colibríes.
La última edición del Libro Rojo de Aves incluye también 18 especies que viven en los Andes, incluyendo el Valle del Magdalena, que están clasificadas como En Peligro y en Peligro Crítico. Algunas de ellas son: el macá plateado (Podiceps occipitalis), el cóndor andino (Vultur gryphus), el doradito oliváceo (Pseudocolopteryx acutipennis), el cucarachero de pantano (Cistothorus apolinari), el cucarachero de Nicéforo (Thyrophilus nicefori), el pato crestudo (Sarkidiornis melanotos), el pato colorado (Anas cyanoptera) y el pato andino (Oxyura jamaicensis), entre otros.
El Dr. David P. Edwards, profesor de Ciencia de la Conservación en la Universidad de Sheffield en el Reino Unido, afirma que los Andes son la región donde existen más razones para el optimismo.
Sostiene que la mayor parte del cambio de uso de tierra y la deforestación en los Andes sucedieron en los últimos 10 a 50 años, y que ahora podemos ver un periodo de reforestación.
“Hay deforestación en las tierras bajas de los Andes, pero podemos observar una reforestación significativa en los altos Andes”, explicó.
Edwards sostiene que el desarrollo posconflicto no ejercerá tanta presión en los bosques de los altos Andes, ya que las personas desplazadas volverán a sus regiones de origen o las oportunidades económicas harán que sea más atractivo marcharse hacia las ciudades.
Otros investigadores y organizaciones, por el contrario, han mostrado su preocupación ante la posibilidad de que el proceso de paz pueda ejercer más presión sobre el medio ambiente.
El Dr. Edwards se mantiene optimista al afirmar que aunque haya muchas especies de distribución restringida y amenazadas en los Andes, hay razones para creer que esas poblaciones se mantendrán estables, particularmente en las zonas protegidas.
Panorama nacional: razones para la esperanza
El vicerrector Luis Miguel Renjifo, autor principal del Libro Rojo de Aves, es uno de los optimistas.
“Soy mucho más optimista que pesimista. He estado trabajando en este campo desde los ochentas. La proporción de las especies amenazadas ha bajado. Hay una sistema de parques nacionales bien hecho”, sostuvo, y agregó que han descubierto, por ejemplo, que la región Pacífica en particular se ha recuperado y que eso es algo que no esperaban.
Un punto en común en todas las regiones es que las especies de aves en las zonas protegidas se encuentran en buen estado de conservación. Según el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP), hasta diciembre de 2016 había más de 23 millones de hectáreas protegidas entre reservas nacionales, regionales y privadas.  Eso equivale al 20% del área total de Colombia.
Otro factor es que el fin del conflicto interno en Colombia conllevará sus propios desafíos, pero también sus propias oportunidades. Una de ellas será que después de años de conflicto, las personas que estaban controladas por las FARC necesitarán una actividad económica alternativa. Una de las pocas industrias sostenibles disponibles podría ser el aviturismo y esto lo confirma un estudio de 2016 que sostiene que el aviturismo podría generar 9 millones de dólares y atraer 15.000 turistas al año. 
Mientras tanto, el canto de las aves sigue inundando los valles y alcanzando las cumbres de Colombia como un canto a la esperanza.