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Misión: descontaminar a Colombia

Una bióloga y profesora de la Universidad Javeriana ha dedicado su carrera a estudiar métodos para limpiar y descontaminar aguas residuales y ecosistemas de Colombia. Plantas y microorganismos han sido sus grandes aliados en la tarea.

CORTESÍA UNIVERSIDAD JAVERIANA


Avanzaba 1988 y Sandra Baena, recién graduada de biología de la Pontificia Universidad Javeriana, en Bogotá, había regresado a Cali, a su casa paterna, a la espera de que una llamada le confirmara que su tesis de grado iba a convertirse en realidad.

Las buenas noticias llegaron en mayo de aquel año. Empacó maletas, regresó a la capital y se puso al frente del proyecto de evaluación de un sistema natural de tratamiento de aguas residuales domésticas que utilizaba pastos forrajeros, el mismo que empezó a construirse en el campus de la universidad, en la zona verde junto al edificio Jesús Emilio Ramírez, S.J., en la esquina de la carrera Séptima con calle 45.

Con ese proyecto nació la Unidad de Saneamiento y Biología Ambiental de la Javeriana, que con el tiempo se convirtió en el grupo de investigación con el que Baena alcanzaría sus mayores logros científicos y académicos. Claro que en sus primeros días provocaba risas entre los colegas: “Mis amigos me decían: ‘El grupo es de uno: es usted. Si falta, se acaba’”, recuerda.

Hija de ingeniero químico y de abogada, Baena se formó en un hogar abierto a las preguntas y las inquietudes. “Desde que estaba en el colegio lo único que me gustaba eran las ciencias. Nunca pensé que pudiera ser administradora de empresas, economista o ingeniera. Me gustaban la química y la biología”.

Su elección estuvo marcada por la profesora Carmen Elisa, quien en el Colegio de la Sagrada Familia, de Cali, le enseñó los secretos celulares a través de dinámicas de clase que fomentaban la opinión: “Era muy buena gente y lo que más me descrestaba es que sabía. Lo que uno le preguntaba, ella lo sabía. Todo lo explicaba muy fácilmente”.

A comienzos de los años 80 inició la carrera de biología en la Javeriana. En sus aulas, de la mano de la profesora Elizabeth Hodson de Jaramillo y de Martín Llano, su profesor de ecología, encontró el norte de su carrera: los sistemas biológicos para descontaminar aguas residuales. Esta técnica consistía en una estación en la que se sembraban en grava pastos forrajeros, y los microorganismos de las raíces, al entrar en contacto con el líquido, degradaban sus contaminantes y removían nutrientes (principalmente fósforo y nitrógeno), los cuales, a su vez, nutrían todo el sistema.

Mientras buscaba que estos sistemas se implementaran en municipios pequeños y empresas, al tiempo que dictaba clases en pregrado y las recibía en la Maestría de Saneamiento y Desarrollo Ambiental, seguía inquieta por lo que sucedía en ese mundo invisible descontaminante. Una pasión que llevó a fondo a comienzos de los años 90, cuando Colciencias la becó para adelantar un doctorado en ciencias en la Universidad de Aix Marseille, al sur de Francia.

El cambio fue duro: tuvo que instalarse en un pequeño estudio de la ciudad universitaria de Luminy y conoció las consecuencias de las clásicas huelgas a la francesa. Pero, sobre todo, aprendió lo que no sabía en Colombia: el cultivo de bacterias anaerobias en laboratorio, los marcadores moleculares para hacer identificación taxonómica y análisis filogenético de procariotas, y, principalmente, cómo eran las interrelaciones de microorganismos en ambientes anaerobios que degradaban la materia. En síntesis, se zambulló en un universo que no se percibe a simple vista. También aprendió de los microorganismos que habitan ambientes extremos.

En su regreso a la Javeriana tuvo que implementar este conocimiento desde cero, pues el laboratorio del grupo de investigación no estaba diseñado para este tipo de estudios.

Los últimos 18 años los ha dedicado a la investigación en campo, al estudio de microorganismos de manantiales termales y salinos y de microorganismos que puedan producir enzimas o metabolitos de interés, y así, junto con su estudiante de doctorado Gina López, su trabajo le ha valido la obtención de la patente sobre una lipasa modificada, aislada de un organismo que habita en manantiales con alta temperatura y en condiciones ácidas, la cual puede transformar grasas y aceites utilizados en la industria alimentaria, cosmética y, posiblemente, farmacéutica. En 2014 la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales la aceptó como uno de sus miembros.

Pero, ante todo, se ha dedicado a formar estudiantes de la misma forma con la que aprendió a trabajar en los laboratorios franceses: cada uno sabe lo que tiene que hacer y todos trabajan con compromiso por el grupo. “Siempre les digo a los que trabajan conmigo que pueden preguntar todas las veces que quieran para evitar equivocarse por no preguntar”, explica.



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