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El paisa que se inspiró en su propia enfermedad para combatir el asma.

Andrés Guerra, de 24 años, ganó el primer Premio a la Innovación de Dispositivos Médicos de la ANDI. Como premio viajó a un laboratorio de innovación en California donde presentó su proyecto y conoció de primera mano cómo funcionan los grandes centros de investigación en el mundo.

Simón Villa, Coordinador de la Incubadora de Innovación del IEA (izquierda) y Andrés Guerra, ganador del premio de Innovación de la ANDI (Derecha) en el JLAB de San Diego, California.
Andrés Guerra es un joven ingenioso y disciplinado. Se puede ver en la forma en la que habla. Mucho de ello tiene que ver con su historia de vida, pues cuando apenas tenía tres años, los médicos le diagnosticaron asma. Para mitigar los síntomas de la tos, las sensaciones de ahogo y los ruidos sibilantes en el pecho que le impedían llevar una niñez normal, sus padres lo apuntaron a cursos de natación. Una práctica que, aunque no garantiza la cura, es una de las actividades más beneficiosas para disminuir y mejorar la calidad de vida de quienes padecen la condición.
Este encuentro con el deporte prácticamente le cambió la vida.
 No sólo me curé casi que por completo, sino que resultó que me gustó la natación y terminé siendo clavadista

cuenta a SEMANA.  Tras varios años de perfeccionar el hábito, Andrés se convirtió en un nadador profesional y empezó a participar en Juegos Suramericanos y Panamericanos. Incluso, asistió al primer Olímpico Juvenil de Clavados en México.   Pero la competencia tiene sus sinsabores.

 No pude clasificar a unos juegos olímpicos y eso me desmotivó. Por suerte, siempre me había gustado la parte intelectual, así que decidí entrar a la universidad. No podía depender de terceros que me apoyaran en el deporte.
Con el ímpetu y disciplina que aprendió en el clavadismo, Guerra se obstinó por estudiar ingeniería biomédica en la Escuela de Ingeniería de Antioquia (EIA). Consiguió dos becas para costear parte de la matrícula y los tres millones restantes que debía pagar, los conseguía dando clases de natación en urbanizaciones de Medellín.
Esa plata era mucho para mí, así que empecé a ofrecer servicios de natación, aeróbicos, rumba, entre otros y con eso me pagué la universidad
Entre el estudio y el trabajo, Guerra evidenció una vez más el potencial que tenía la natación. “Veía que era muy bueno para la salud en mis clientes, entonces pensé en replicar replicar eso en un dispositivo portátil para personas que tuvieran enfermedades respiratorias. Sobretodo porque hay mucha gente que no puede nadar o no tienen la oportunidad de costear las clases”, cuenta. Así fue como para su proyecto de grado creó Solubreath de la mano de su asesor Yeison Montagud, el artefacto que resultó ganador del primer Premio a la Innovación de Dispositivos Médicos de la ANDI.  

La idea.

En palabras simples, el invento de Guerra es un dispositivo biomédico que está conectado a una plataforma virtual y permite a las personas con enfermedades respiratorias llevar un registro diario de sus episodios de crisis, hacer terapia, entre otras cosas. Aunque hoy existen dispositivos similares que se usan para fortalecer el sistema respiratorio en hospitales y centros de salud, el valor del invento de Guerra es que cualquier persona podría utilizarlo desde de su casa.

Vi que era posible, y necesario, que las terapias fueran controladas de manera electrónica. Quería crear un dispositivo que los pacientes pudieran usar sin tener que ir al centro de salud.
Explica y agrega que, de esta manera, la cantidad de personas que acuden a urgencias disminuiría,
 Lo que normalmente genera un costo alto y un problema para los sistemas de salud.

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