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Bachilleres hallan los genes de la uchuva

Hace seis años, tres estudiantes de un colegio bogotano comenzaron una intensa investigación de la mano de su profesor de biología molecular. Hoy sus análisis hacen parte del banco genético más importante del mundo.

Andrés Felipe Montaño, Santiago Caicedo y Andrés Felipe Amaya, junto a su profesor Mauricio Pulido, comenzaron la investigación hace seis años. / Cristian Garavito - El Espectador


La uchuva se ha convertido en una de las cartas de presentación de Colombia en el exterior. Sus exportaciones le representan al país un ingreso de US$27,8 millones anuales. Y a pesar de que es considerada un tesoro por su valor nutricional, poco se sabe de ella. Por eso, con el objetivo de generar más información biológica sobre esta fruta, hace seis años, tres jóvenes del colegio Gimnasio Campestre decidieron iniciar una investigación, de la mano de Mauricio Pulido, su profesor de biología molecular.

Mauricio tenía varias ideas de investigación. Una de ellas era encontrar y caracterizar a nivel molecular uno de los genes asociados a la regulación de la oxidación, –también llamada pardeamiento enzimático– en la uchuva. Este fenómeno es el daño que se presenta en la mayoría de frutas y verduras al dejarlas expuestas durante algún tiempo al oxígeno del aire libre. A su grupo, de sexto grado, llegaron Andrés Felipe Montaño, Santiago Caicedo y Andrés Felipe Amaya, quienes decidieron “seguirle la cuerda”.

El inicio no fue fácil. A sus 11 años debieron aplazar recreos, partidos de fútbol y tiempo con sus amigos para estudiar esta especie vegetal. El primer año lo dedicaron a estudiar toda la teoría. A entender por qué en las frutas se presentaba ese fenómeno, cuál era la proteína que lo producía y qué efectos podría causar en las cosechas de uchuva, que es una fruta muy apetecida en Países Bajos, Estados Unidos, Alemania, Canadá y Reino Unido.

“Si produces este fruto para exportar y tu cosecha presenta signos de pardeamiento enzimático, las pérdidas son monumentales. Cambian el color, el sabor y el aroma de la pulpa; el aspecto de la fruta se hace desagradable. Decidimos indagar qué estaba sucediendo allí”, explica Pulido, quien es el director del Centro de Estudios en Biología Molecular del Gimnasio Campestre.

Empleando hojas jóvenes de uchuva recolectadas en la sabana de Bogotá extrajeron el ADN, es decir, la información genética de la planta. A partir del ADN obtenido y mediante el uso de una técnica de laboratorio que permite producir miles de copias idénticas de un fragmento específico, lograron aislar la primera mitad del gen (denominado gen ppo). Según los primeros análisis moleculares, ese fragmento aislado era el portador de la información genética necesaria para fabricar la polifenol oxidasa, que es la proteína responsable del pardeamiento de la fruta.

Pero las dificultades empezaron a llegar. Santiago debió abandonar el proyecto para radicarse un año con su familia en Bucaramanga. Mauricio, Andrés Felipe y Andrés siguieron adelante. El camino se llenó de intentos y fracasos.

“Es un proceso experimental arduo. La uchuva es un fruto del que no se investiga mucho. No podíamos buscar en una base de datos, ni en internet o en un libro cuáles eran las instrucciones claras para aislar el trozo de código genético capaz de producir la polifenol oxidasa. Estábamos muy libres a la interpretación”, señala Andrés Montaño.

Luego la investigación se estancó. Los recursos del colegio ya no daban abasto para seguir con un proyecto de este calibre, que en Colombia representa elevados costos económicos. Los primeros resultados significativos llegaron cuatro años después, en 2016. Habían conseguido, mediante el uso de técnicas de secuenciación de ADN efectuadas en los Estados Unidos, resolver el código genético de la primera mitad del gen ppo que estaban buscando. A finales del año pasado, después de haber aislado la segunda mitad de ese gen y con los dedos cruzados para que todo saliera bien, tomaron la decisión de enviarlo a ese mismo país para que allí realizaran los análisis moleculares y saber si lo que habían encontrado era lo que esperaban. Un par de meses después, sus hallazgos fueron verificados y publicados en las bases de datos del Centro Nacional para la Información en Biotecnología (National Center for Biotechnology Information - NCBI).

Sin estarlo buscando, el grupo de investigadores no sólo demostró la existencia de al menos un gen ppo en la uchuva, sino que descifraron su código genético. Esta información ya hace parte del Gene Bank, un banco de datos al que cualquier investigador científico del mundo puede acceder.


El Espectador

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