El fósil que recuperó su cráneo después de 66 años
Después de medio siglo, el Servicio Geológico Colombiano completó uno de sus fósiles más valiosos: un plesiosaurio. El paradero de su cabeza fue un mito por años. Gracias a dos paleontólogos, la ultima semana de marzo regresó este patrimonio nacional al país.
Leslie Noe(izq.) prepara el montaje del cráneo original, apoyado por un funcionario del SGC.
La semana pasada se deshizo un mito dentro del Servicio Geológico Colombiano (SGC). Después de medio siglo de rumores, volvió al Museo de Paleontología, ubicado en Bogotá, la cabeza de un plesiosaurio, un animal que inspiró la forma del monstruo del lago Ness. Por décadas se dijo que su cráneo había sido robada por los gringos, que el fósil no podía rastrearse entre la historia y que el resto de este reptil marino que habitó los océanos del planeta hace 125 millones de años, estaría siempre incompleto. Una pareja de paleontólogos; ella, colombiana; él, británico, son los autores del regreso de esta pieza prehistórica al país.
Marcela Gómez y su esposo, Leslie Noe, se dedican a redescubrir la fauna colombiana del Cretácico inferior. Una era geológica en la que solo el 18 % de la superficie de la Tierra estaba sobre el nivel del mar. El resto era agua habitada por animales hoy extintos como el plesiosaurio, que por su largo cuello de hasta doce metros y sus cuatro aletas, fue asociado por primera vez con una especie de tortuga atravesada por una serpiente. Ninguna especie actual se le parece y hace falta reexaminar sus restos para entenderlos.
Así que ambos científicos tenían tres fósiles nacionales que revisar y uno de ellos sin cabeza: el primero, conservado en el Museo de la Universidad de California, en Berkeley, otro expuesto dentro del SGC (sin cabeza) y el último conservado en un museo de Boyacá. Todos fueron hallados en Villa de Leyva durante la década de los cuarenta.
De ahí que en junio pasado Leslie haya viajado a Estados Unidos con recursos de la Universidad de los Andes, en la que es profesor. Sus objetivos eran claros: examinar el espécimen y desenterrar los archivos históricos de la expedición que lo halló en 1945. Un equipo de paleontólogos colombianos y norteamericanos que acordó con el Ministerio de Minas de la época sacar del país el fósil compuesto por el cuerpo completo y una cabeza a medias. Entre esas cartas hubo una pista sobre el cráneo perdido que valió su visita.
Marcela Gómez, geóloga del Museo Geológico José Royo y Gómez del SGC, ayudó a deshacer este mito entre los paleontólogos del país. Este reptil (plesiosaurio) habitó los océanos del planeta hace 125 millones de años.
La misma comisión se lo había llevado. Después del primer hallazgo, estos científicos participaron en el descubrimiento del fósil que reside en Bogotá. Este, a diferencia del primero, tenía el cráneo en buen estado y por eso se lo pidieron en préstamo a Enrique Hubach, entonces director del Servicio. Con él completarían la descripción.
Pero los años pasaron y con ellos una decena de cartas escritas durante 1950 y 1960 pidiéndole al director del Museo de Berkeley la devolución del cráneo, que supuestamente iba a tardar solo dos años.
Esa correspondencia fue suficiente para que Leslie y Marcela revivieran desde el Servicio Geológico Colombiano lo que se daba por perdido. Óscar Paredes, su director actual, escribió a la Universidad de California, contando la historia que entre sus más de 20 antecesores se había desvanecido.
La respuesta, esperada por medio siglo, llegó en contadas horas. “Sí, eso es de ustedes”, dijeron. “Era claro: hay unas cartas de préstamo, hay una resolución que dice que podía salir. Parece que cuando ellos vinieron acá originalmente vinieron por barco, o sea que es posible que hayan salido igual y no existe registro de licencias de exportación”, explica Gómez, quien viajó hace una semana a Berkeley para recoger el fósil.
En una caja con sellos diplomáticos que trajo consigo en el avión, estaban las partes fosilizadas de un reptil que, según estos científicos, nunca hubiera podido levantar la cabeza, porque sus vértebras próximas al cráneo estaban tan pegadas que ese movimiento le hubiera dolido. Pero en cambio, su cuello le servía para alimentarse del fondo del mar, un banquete de amonitas y criaturas míticas que nadaron sobre lo que hoy es el territorio colombiano hace millones de años. Por eso es patrimonio nacional. Una pieza prehistórica tan valiosa que, después de 66 años, tenía que recobrar su cabeza original.
FUENTE: EL ESPECTADOR
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