Científicos desarrollan arroz transgénico con alto contenido en hierro y zinc
Un grupo de científicos de instituciones de Filipinas, Colombia, Indonesia, Estados Unidos, Australia y Japón logró aumentar los niveles de hierro y zinc en el arroz a través de la transgénesis.
Esta investigación del Instituto Internacional de Investigación de Arroz (IRRI), cuyos resultados superaron los niveles objetivo de hierro y Zinc, fue publicada en la revista científica Nature. El desarrollo se considera un avance en la lucha contra la carencia de micronutrientes o “hambre oculta”.
“Los alimentos derivados de cultivos transgénicos y las innovaciones científicas en la agricultura aportan a la seguridad alimentaria y pueden mejorar la alimentación de habitantes que hoy sufren deficiencias nutricionales” afirma María Andrea Uscátegui, directora de Agro-Bio. La carencia de micronutrientes o “hambre oculta” afecta alrededor del 38% de las mujeres embarazadas y al 43% de los niños en edad preescolar en todo el mundo y son más frecuentes en los países en vía de desarrollo, según el informe científico.
Según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca del 30% de la población mundial es anémica, la mayoría debido a una deficiencia de hierro. Un artículo científico, publicado en The Lancet en julio de 2013, confirmó que el mayor factor de riesgo de anemia en mujeres embarazadas es causado por la deficiencia de hierro. La condición se agrava por la hemorragia que causa el 23% de las muertes de mujeres en estado de embarazo.
Los científicos utilizaron genes de arroz y ferritina de la soja, que en conjunto producen granos con alto contenido de micronutrientes. Se introdujeron los genes a la variedad de arroz más cultivada a nivel mundial, que proviene del sur y sudeste de Asia, donde las deficiencias de hierro y zinc son frecuentes.
El potencial de las técnicas transgénicas permite mejorar el valor nutricional de los alimentos. Esto demuestra cómo las innovaciones científicas ayudarán a poner freno a la malnutrición.
Para tener este tipo de arroz en la mesa, la población tendrá que esperar mínimo cuatro años de procesos regulatorios, en cada uno de los países que cuenten con un marco de bioseguridad y deseen evaluarlo localmente para su aprobación.