EL PRESENTE OSCURO DE LA BIODIVERSIDAD DEL PLANETA
El último informe de Naciones Unidas sobre biodiversidad en el mundo no es alentador: de continuar la tendencia, más de un millón de especies están en peligro de extinción. En Colombia, un país biodiverso por excelencia, investigadores de distintos grupos de la Universidad de los Andes dan un vistazo a los diferentes ecosistemas y sus habitantes.
Nota Uniandina 55 |
Una estridente alarma está sonando por todo el mundo, aunque pocos parecen escucharla. La alerta afirma que un millón de especies tiene riesgo de extinguirse. En Colombia, el segundo país con mayor biodiversidad del mundo después de Brasil, no sorprendió a los investigadores que trabajan con este tema, pero sí esperan que la oiga, de una vez por todas, la totalidad del planeta para así evitar que tantas especies desaparezcan para siempre.
El informe fue elaborado por la Plataforma Intergubernamental Científico Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (Ipbes), un órgano de las Naciones Unidas que ha basado el documento en más de 15.000 estudios científicos, además de conocimiento indígena y local.
La diversidad es un seguro para la vida de la humanidad en el planeta Tierra y una de las razones por la que los investigadores de Uniandes están atentos al panorama actual de la biodiversidad. Para Germán Andrade, integrante del panel multidisciplinario de expertos de la Ipbes y profesor de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes, el informe no es una previsibilidad de un futuro, como han sido muchos reportes ambientales,
“es una situación en la que ya estamos en medio de una crisis”.
¿Para dónde correr?
Es una perogrullada decir que el único lugar que puede habitar el hombre es el planeta Tierra, pero los resultados de este informe muestran que no ha terminado de entenderse. El documento evidencia cómo el cambio climático es un impulsor directo del impacto en la naturaleza. Carlos Guarnizo, profesor de la Facultad de Ciencias de Los Andes, que estudia la complejidad topográfica y climática de anfibios y reptiles, explica el riesgo de extinción de algunas especies de zona de montaña, adaptadas a rangos pequeños de clima.
Tales especies, que no pueden moverse mucho hacia arriba o hacia abajo en una montaña, estarían en problemas si sube la temperatura global.
“Estos grupos no podrían adaptarse rápidamente a las condiciones nuevas o no tendrían para dónde desplazarse, porque la montaña es un cono inverso, donde tendrían menos espacio para moverse”, comenta Guarnizo.
El biólogo apunta que la mayor diversidad del planeta se encuentra en los neotrópicos, es decir, en los trópicos de Suramérica, lo que hace que“un informe que diga que cerca de un millón de especies están amenazadas debido al cambio climático debería preocuparnos especialmente a nosotros”. Según el Instituto Humboldt, en Colombia habitan 803 tipos de anfibios, de los cuales 367 son únicos del país y 55 están amenazados.
Para la bióloga Susana Caballero “este país tiene una riqueza increíble, muy mal manejada y una desigualdad absurda¨,
y añade que las especies silvestres son víctimas que terminan siendo afectadas por la situación de pobreza de la comunidad que habitan. Pone como ejemplo lo que vio en un cruce de caminos en una salida de campo en el Cesar, donde cuatro años atrás ofrecían gasolina venezolana de contrabando y hoy animales silvestres.
Las soluciones
Para ninguno de estos expertos hay una solución fácil, pero no quieren perpetuar el imaginario de que no hay una salida, como ocurre a menudo con el río Bogotá, que sí podría ser descontaminado. Aunque todo indica que las respuestas son insuficientes, las metas propuestas por los acuerdos entre países pueden alcanzarse a través de grandes cambios económicos, sociales, políticos y tecnológicos.
“No es suficiente hablar de reciclar o de reusar, que es la doctrina convencional, sino que eso ante la magnitud de la producción, ya resulta ser insuficiente”, anota el profesor Germán Andrade.
Para Carlos Guarnizo las soluciones también deben tener en cuenta a las personas que conviven con estos organismos. “Hay estudios globales que dicen que uno puede aprovechar la biodiversidad sin destruirla, dándole un valor agregado”. Todo esto, según el profesor, sin hacer la carrera de la tortuga y la liebre en la que, por ejemplo, la tasa de la deforestación sea inalcanzable por la siembra de árboles. Colombia perdió 197.000 hectáreas de bosque en el 2018, según el Ideam, así que la competencia estará muy difícil.
Susana Caballero apunta cómo una veda o prohibición llega mucho después de que se exponen todas las pruebas del problema, y las acciones son aplicadas tarde. Las alarmas en el planeta están sonando y hay que actuar de inmediato.
Fuente: Universidad de los Andes
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