El coronavirus en tierra caliente: ¿igual, peor o menos grave?
El nuevo coranavirus ya demostró los problemas que puede generar en países que están en entre los 30 y 50 grados de latitud norte. Su comportamiento en países tropicales está por verse pero varias señales indican que podría variar.
Predecir el comportamiento de una epidemia es una tarea que, después de cierto punto, comienza a tocar los terrenos de la especulación y las reputaciones profesionales corren el riesgo de quedar por el piso. Por más esfuerzos que hagan los epidemiólogos construyendo precisos modelos matemáticos, profundamente útiles para anticiparnos al virus y otros patógenos, hay un margen de incertidumbre, secretos que se guarda el virus y resultan indescifrables.
El nuevo coronavirus (SARS-CoV-2 en la jerga de los virólogos) comenzó su marcha por el mundo en los primeros días de diciembre. Desde un mercado de animales en la ciudad de Wuhan, China, (la hipótesis más fuerte) saltó a 147 países en tan sólo tres meses y medio. Sin embargo, hasta ahora su peor cara la hemos visto en países con climas diferentes al de Colombia.
Las matemáticas generales de la pandemia - digamos que "por ahora" ya que estamos ante un fenómeno cambiante - son mas o menos las siguientes. Lo más probable es que hasta un 70% de la población se contagie del virus a lo largo de varios meses. Ese es aproximadamente el límite en que la sociedad adquiere la protección que los expertos en epidemias llaman “el efecto rebaño”. Una vez se infecta un número suficiente de personas los otros quedan relativamente a salvo porque la tasa de contagio disminuye muchísimo. ¿Dudas sobre esta cifra? Pues además de los reportes científicos fue exactamente lo que la canciller alemana, Angela Merkel, le anunció a los disciplinados alemanes.
Lo que los datos de la epidemia han mostrado hasta ahora es que de cada 100 contagiados, el 80% experimentará una gripa de leve a moderada, 15% podría sufrir neumonías más severas y necesitar tratamientos, y un 5% entraría en estados críticos. Cualquiera que alegremente tome esos datos e intente extrapolarlos a Bogotá o Colombia quedará boquiabierto con las filas que podríamos ver en los hospitales en unas pocas semanas.
Pero a los epidemiólogos no les gustan las cuentas alegres que hacen los ciudadanos. Saben, por lo que han aprendido de otras epidemias a lo largo de la historia, que hay decenas de variables en juego. Eso sin contar con que el comportamiento de una pandemia estará inexorablemente atado a nuestro propio comportamiento para alterarla. Si cada ciudadano cumple con las recomendaciones de las autoridades de salud, la suma total de esas pequeñas acciones como lavarse las manos, mantener el distanciamiento social, evitar lugares concurridos, le reducirá espacios al virus.
El coranavirus bajo un cielo tropical
Entre todas las variables en juego, dos importantes son la temperatura y la humedad. Lo sabemos porque es justamente lo que ocurre con la influenza (también provocada por virus) que cada año genera epidemias que provocan entre tres y cinco millones de casos de enfermedades graves, y entre 250,000 y 500,000 muertes alrededor del mundo. En Colombia, un país de muchos pisos térmicos, el nuevo virus como ya ocurre con la influenza podría tener diferentes comportamientos.
Las epidemias de influenza ocurren durante los meses de invierno en los países templados (es justamente la época que está atravesando Europa mientras se expande el coronavirus) y en los países tropicales y subtropicales durante la temporada de lluvias (justamente en la que está Colombia en este momento y otra en el segundo semestre).
“El clima puede afectar la difusión de la influenza (inicio, duración, tamaño) al afectar las tasas de contacto de los individuos (frecuencia y duración), la inmunidad de la población y la supervivencia del virus fuera del cuerpo humano”, escribieron en un artículo Marion Roussel, Dominique Pontier, Jean-Marie Cohen, Bruno Lina y David Fouchet.
Dentro de esa variable de “clima” están factores como la temperatura, la humedad, las precipitaciones, la radiación ultravioleta, la duración de la luz solar y la velocidad del viento. Este grupo de investigadores intentaron analizar el papel de quince factores climáticos en la propagación de la influenza y concluyeron que seis de ellos estaban “significativamente relacionados con la propagación de la influenza: temperatura promedio, humedad promedio absoluta y relativa, variaciones diarias de humedad absoluta y relativa, así como la duración de la luz solar”.
Eso por el lado de la influenza como modelo para entender lo que podría ocurrir con el coronavirus. Al respecto la Organización Mundial de la Salud ya hizo una aclaración importante:
“el nuevo virus puede transmitirse en zonas con climas cálidos y húmedos. Las pruebas científicas obtenidas hasta ahora indican que el virus de la COVID-19 puede transmitirse en CUALQUIER ZONA. Con independencia de las condiciones climáticas, hay que adoptar medidas de protección si se vive en una zona donde se hayan notificado casos de COVID-19 o si se viaja a ella”. Los casos que han ido apareciendo en Latinoamérica así lo indican. Pero nuevamente la pregunta importante aquí no es si se transmite o no, es cómo se comportará la epidemia en nuestro países.
El coronavirus en pantaloneta
Pero gracias a la increíble reacción que ha tenido la ciencia frente a esta epidemia produciendo toneladas de datos en un tiempo asombroso tenemos un poco más de pistas sobre lo que podría pasar con el coronavirus en países tropicales.
Mohammad M. Sajadi, del Instituto de Virología Humana de la Universidad de Maryland, y un grupo de colegas, publicaron el pasado 9 de marzo un trabajo (aún bajo revisión científica), intentando dar una mejor respuesta a estas preguntas. Dice el grupo de virólogos, que la asociación entre la temperatura en las ciudades afectadas con COVID-19 merece especial atención:
“un número significativo de enfermedades infecciosas muestran patrones estacionales en su incidencia, incluidos los coronavirus humanos. Presumimos que SARS-CoV-2 también lo hace”. De hecho, se ha demostrado que otros coronavirus humanos (HCoV-229E, HCoV-HKU1, HCoV-NL63 y HCoV-OC43), que generalmente causan síntomas de resfriado común, muestran una fuerte estacionalidad invernal.
En el artículo señalan que hasta ahora la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19), causada por el SARS-CoV-2,
“ha establecido una importante difusión comunitaria en ciudades y regiones solo a lo largo de una estrecha distribución este-oeste aproximadamente a lo largo del corredor de latitud 30 a 50 grados norte con patrones climáticos consistentemente similares (5 a 11 grados celsius y baja humedad específica y absoluta, 47 a 79%)”.
Esas parecen ser las condiciones ideales para la vida del virus. Pero además, como lo creen los virólgos, estas condicones también influyen en la transmisibilidad del virus pues otorgan mayor estabilización de la gota (recuerde nos contagiamos por las partículas virales que viajan en las diminutas gotas que expele alguien infectado al toser o estornudar) y hacen también que las mucosas nasales de las personas sean más propensas para la recepctión del virus, como se ha demostrado con otros virus respiratorios.
El siguiente mapa construido por los mismos autores con variaciones de temperatura de todo el mundo intenta predecir las zonas de mayor riesgo entre marzo y abril de 2020. Las zonas en verde serían las que tendrían más problemas durante la actual pandemia.
Los autores del trabajo piensan que, ya que en los próximos dos meses las temperaturas aumentarán dramáticamente en muchas áreas del hemisferio norte, se podrán observar cambios en el comportamiento de la epidemia del nuevo coronavirus.
Sajadi y su grupo creen también que “aunque sería aún más difícil hacer una predicción a largo plazo en esta etapa, es tentador esperar que el COVID-19 disminuya considerablemente en las áreas afectadas (por encima de los 30 grados norte) en los próximos meses y en el verano”.
¿Y el trópico? El grupo plantea que el nuevo coronavirus podría prevalecer a niveles bajos en regiones tropicales similares a la influenza, causar brotes en el hemisferio sur al mismo tiempo y comenzar a aumentar nuevamente a fines del otoño y el invierno en las regiones templadas del próximo año. “Otra posibilidad es que no podrá mantenerse en el verano en los trópicos y el hemisferio sur y desaparecerá, tal como el SARS no lo logró en 2003; sin embargo, el número cada vez mayor de casos en todo el mundo hace que esto sea cada vez menos probable”, anotaron. Al mirar hacia el pasado, la famosa epidemia de gripa que azotó al mundo en 1918 y también llegó a Colombia, a pesar de la poca información que existe al respecto, mostró variaciones regionales.
Recuerdos de 1918
En un artículo de 2009 titulado La pandemia de gripe de 1918-1919 en Bogotá y Boyacá, 91 años después, sus autores Fred Manrique, Abel Martínez, Bernardo Meléndez y Juan Ospina, anotaron que "las condiciones de pobreza y hacinamiento acentuaron la letalidad" pero también anotaron que "mayor altura sobre el nivel del mar resultó ser un factor de riesgo para la muerte por gripa".
"Un caso representativo se encuentra en la comparación de las tasas específicas de mortalidad por gripa entre Puebloviejo (hoy Aquitania), localizado a 3.046 msnm, y Soatá, a 1.950 msnm", anotaron, "en ambos municipios se observa un pico de mortalidad en noviembre de 1918, pero mientras en Aquitania la tasa bruta de mortalidad general alcanza 10,2 por 1.000 habitantes, en el mismo momento la tasa de Soatá apenas se eleva a 1,8 por 1.000 habitantes, 5 veces inferior; la diferencia entre los dos municipios es de 1.100 msnm y alrededor de 5ºC de temperatura promedio".
En conclusión, aunque hay razones para pensar que el virus podría tener un comportamiento diferente en nuestros países, solamente el análisis riguroso de la epidemia en las próximas semanas irá revelando las respuestas a esos interrogantes.
*Con la colaboración en búsqueda de información del ingeniero Rafael Zarama.
Fuente:El Espectador
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