Engañar al tabaco para que dé beneficios
Componentes en la planta permiten desarrollar biocombustibles más
baratos y fármacos experimentales para enfermedades como el ébola y el
riesgo de infarto.
La relación entre el tabaco y el hombre suele arrojar cifras
escandalosas: cada año mata casi seis millones de personas, es un
problema de salud pública y su consumo está relacionado con la pobreza.
Según la OMS, casi el 80% de los mil millones de fumadores que hay en el
mundo viven en países de ingresos medios o bajos. Sin embargo, la
planta que origina estas cifras, tiene un potencial oculto para mejorar
la vida humana cuando es modificada.
Motivados por la idea de
generar energía a partir de la biomasa encontrada en los bosques,
investigadores del Instituto Noruego para la Investigación Agraria y
Medioambiental (Biosfork) quieren desarrollar un sistema que les permita
utilizar plantas de tabaco transgénicas más sostenible. Según lo
advierte el periodista Daniel Mediavilla en el periódico español El
País, aprovechar la madera es complicado porque las paredes de las
células son muy gruesas, por esto como alternativa el equipo busca
diseñar una planta de tabaco que dé un combustible más barato.
El
proyecto, bautizado como Bioboost, aprovecha la capacidad de las plantas
de tabaco para transformar la energía del sol y el CO2 de la atmosfera
sin ningún coste. Además, según lo afirma Jihong Liu Clarje, directora
de la investigación, la planta de tabaco es ideal porque tiene gran cantidad de biomasa en sus abundantes hojas, crece rápido y puede cosecharse tres veces al año.
Y
es que el daño que le ha producido la planta de tabaco a la salud
pública, parece ser compensado con la capacidad que se tiene para
manipular sus genes. El vegetal fue la primera planta modificada
genéticamente en 1982 y salió del laboratorio en 1986, para convertirse
en el primer transgénico que se puso a prueba en la “vida real”.
Al
introducir genes humanos en la planta, el tabaco se ha convertido en
una herramienta con la que se pueden producir distintos tipos de
fármacos. De hecho, el medicamento experimental contra el ébola que
produjo Zmapp el año pasado, fue desarrollado con plantas de tabaco
genéticamente modificadas, y la albúmina, proteína que se emplea para
evitar el riesgo de infarto y tratar quemaduras, también se puede
obtener de esta planta.
Pionero en el uso experimental del tabaco
ha sido el Instituto de Agrobiotecnología de Pamplona, que ha conseguido
tratar la planta para que 70% de las proteínas que produce no sea
almidón, sino la albúmina que les interesa a los científicos. En vez de
manipular el genoma nuclear de la planta, como se hace con la mayoría de
transgénicos comerciales, el equipo ha modificado el genoma de los
cloroplastos, órgano que permite a las plantas transformar la energía
del sol en energía química útil, para que produzca las proteínas que se
quiere.
Otra de las posibilidades que ofrece el tabaco, además de
la de ser inhalada para producir tranquilidad en sus consumidores, es
producir una hormona de crecimiento que se utiliza para la dermatología y
la cosmética. La iniciativa generada por la compañía española Agrenvec,
utiliza virus para insertar la hormona que se quiere producir dentro de
la planta, lo que les ahorra el dilema ético de trabajar con
transgénicos que sí tienen otros proyectos.