Los libros con cubierta humana, el arte que se convierte en ciencia
Los libros son una de las formas más interesantes de ser infinitos, de dejar las palabras escritas generación tras generación, como un dispositivo para vivir por siempre en la mente y corazones de los demás.
Puede creer que desde mediados del siglo XIII existen libros cubiertos por piel humana, pueden ser de cadáveres que servían para estudios anatómicos o criminales, incluso de seres queridos, solo su textura, saber que lo que toca es la piel de un peligroso asesino o de un amado que descansó de este mundo, hace que la experiencia de leer llegue a otro nivel.
En los años recientes, el arte ha reenfocado algunos de sus esfuerzos; ya no busca ser solo representativo sino aplicado, busca tomar las mismas técnicas científicas para lograr objetivos distintos, eso es lo que hace la profesora de la Universidad de Concordia en Canadá, Tagny Duff; desarrolló 5 libros con cubierta humana, tejidos donados de liposucciones en un proyecto denominado Cryobook, que traduce algo como libros congelados.
“Lo que busco es interactuar con esa idea de violencia o amor que representa la piel, además de jugar con materiales como células, tejidos y llevarlos a un libro, que se convierte en un instrumento para guardar información”, dice Duff en su visita al Centro de Bioinformática y Biología Computacional de Colombia - BIOS en el marco de la 14 versión del Festival de la Imagen de la Universidad de Caldas.
El virus del VIH, en vivo y en directo
A estos tejidos donados de liposucciones, que se convertirán en las cubiertas de los libros, se les aplica un virus, (lentivirus para ser exacto), un vector del VIH, y genera diferentes imágenes en la cubierta “no hago una representación del virus, es el virus en sí”. Estas imágenes del virus en el tejido se asemejan a moretones en la piel.
Lo cual, según la autora, busca abordar nuestros miedos y la forma en que se le teme a estos virus, también dijo que demuestra la relación que hay entre la piel y la violencia, además de la capacidad de regenerarse como una analogía entre lo que hace daño y la manera en que el cuerpo se recupera. Todo esto, a través de técnicas científicas que se usan para hacer pruebas en laboratorios con virus, bacterias, células y otros.
Este proyecto, realizado de la mano con científicos de diferentes áreas, también contó con el desarrollo de un refrigerador que mantiene los libros a menos de 80 grados centígrados, “hicimos una especie de biblioteca para mostrarlos pero que igualmente los preserva, si se mantienen a condiciones estables pueden durar más de mil años”, la metáfora del tiempo, el recuerdo, la información y los libros vuelven a entrar en juego.
¿Para qué unir la ciencia y el arte?
Tagny es de esas mujeres que nos hacen pensar más allá, salir del esquema en el que vivimos, ¿cuál podría ser la razón para utilizar métodos científicos, laboratorios, células, y demás para hacer arte?, asegura que está interesada en responder preguntas de la biología, temas digitales que tienen que ver con la forma en que estas nuevas herramientas cambian nuestros cuerpos y están cambiando nuestras vidas y entornos.
“Creo que la razón por la que muchos artistas están interesados en ciencia es porque pueden estudiar materiales en una forma que el arte no”, aseguró la canadiense; uno de sus objetivos es cambiar el diseño de nuestros dispositivos tecnológicos, quiere luchar contra la toxicidad y polución que generan los desechos electrónicos, se pregunta diariamente, ¿qué materiales alternativos se pueden usar para disminuir la cantidad de químicos y metales que terminan en la basura?, ¿cómo imaginar un celular, computador, televisor hechos de materiales biológicos, que luego de su uso puedan ser enterrados y que de estos florezca un árbol?, de ese tipo son las inquietudes que desea responder.
Pero no es solo Duff, hay muchos artistas que tomaron la decisión de basar sus trabajos estéticos en temas científicos, otro buen ejemplo es Adam Brown, el alquimista del siglo XXI, un artista conceptual que une robots, biología y química molecular para responder preguntas sobre el mundo y la vida desde el arte.
El alquimista del siglo XXI
El proyecto The Great Work of the Metal Lover (la gran obra del amante del metal), unió a este artista con el microbiólogo y genetista Kazem Kashefi, quienes construyeron un sistema que, a través de un proceso microbiológico con bacterias extremófilas (que viven en condiciones extremas), convierte el cloruro de oro, en oro de 24 quilates, una metáfora que une el arte, la ciencia y la alquimia, para responder esa antigua pregunta de cómo encontrar la piedra filosofal, ese líquido rojizo que convierte lo que toca en el preciado mineral.
Una búsqueda espiritual, que pasa por lo poético y filosófico que encuentra alguna luz a través de un bio reactor que responde a este acertijo de la química occidental.
Este proyecto no solo fue publicado en revistas artísticas sino también científicas, lo que cierra la brecha entre ambos.
En Colombia, artistas como Kiran Fernandes o Jorge Luis Vaca, también han aportado a estas nuevas formas artísticas, es el momento en que el país debe romper el esquema y pensar en soluciones a nuestros problemas con diferentes alternativas, materiales distintos y uniones tan increíbles e impredecibles como la que puede suscitar entre un artista y un científico.