Los 'biohackers' sacan la biología del laboratorio en BCN
Cuando las sepias salen a cazar, sacan de su cuerpo una bolsa llena
de bacterias luminosas, cuya claridad atrae a las presas. ¿Se podría
fabricar una bombilla con esas bacterias? Una pregunta como esta provocaría algún que otro chiste en un laboratorio científico. Pero cuando una arquitecta se la sugirió a Álvaro Jansà, en agosto del 2014, a este biólogo de 32 años le pareció irresistible. Álvaro trabaja en una empresa de bioinformática de Barcelona, pero en su tiempo libre, desde mediados del año pasado, es uno de los animadores del primer colectivo de biohackers en España. El grupo consiguió al cabo de un mes fabricar un prototipo de la bombilla de bacterias.
El colectivo, llamado DIYBio Bcn (DIY son las iniciales inglesas de do it yourself, hazlo tú mismo»), hizo su más reciente presentación pública en la Casa Orlandai el 20 de mayo. Los biohackers se
dedican a cosas como producir células fluorescentes, levaduras con olor
a plátano o bacterias modificadas. Todo ello fuera de las instituciones
científicas oficiales. Los primeros grupos que ostentaban ese nombre
aparecieron hace una década en Estados Unidos.
Jansà estaba
fascinado por este movimiento. En junio del 2014 vio un mensaje en una
lista de correos, en el cual un joven investigador mexicano que acababa
de mudarse a Barcelona preguntaba sobre biohackers en la ciudad.
Los dos se encontraron y ese núcleo ya se ha convertido en un colectivo
de ocho personas, que se reúnen periódicamente en un piso en el Eixample
(sede de la asociación Made Makerspace), abarrotado de impresoras 3D, cortadoras láser, incubadoras y botellas de cerveza.
NOCHE Y DÍA
«La gente está muy lejos de lo que ocurre en los laboratorios, aunque
estos estén pagados con sus impuestos. Nosotros queremos sacar el
conocimiento de las instituciones y devolverle la soberanía de ese
conocimiento al pueblo», declara rotundamente Núria Conde, bióloga de 31 años, que en su vida de día hace un postdoctorado en el Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona (PRBB) y de noche se entrega al biohacking. «Participar activamente en la investigación es la mejor forma de divulgación de la ciencia», afirma.
Esta
filosofía anima el último proyecto del colectivo, llamado Biostrike. El
grupo está desarrollando un kit de experimentos biológicos barato (a
base de productos de supermercado) y sencillo (con instrucciones al
estilo Ikea). Su idea es ponerlo a disposición de colegios y
particulares en Catalunya, para que lleven a cabo una especie de
campeonato de bacterias. «El objetivo es que la gente tome conciencia
del problema de la multirresistencia a los antibióticos y además compita
para hallar entre todos un nuevo antibiótico más eficaz», explica
Conde. El proyecto está en un proceso de votación popular para conseguir
fondos del Premi de Ciència Ciutadana.
ACCESO A LA TECNOLOGÍA
«Al abaratar los costes del kit, damos acceso a la tecnología a las
escuelas, para que dejen de hacer las mismas prácticas de hace 30 años»,
explica Jansà. «Ahora estamos transformando una vieja nevera para vinos
en una incubadora», explica Esteban Giménez, de 35
años, otro miembro del grupo, cuyos estudios han oscilado entre la
ingeniería y el arte. «También puedes montar una centrifugadora con el
motor de un disco rígido», afirma.
CAJAS NEGRAS
El reciclaje es un pilar del biohacking. «Mi
padre abría y arreglaba la tele o el coche cuando se estropeaban. Los
investigadores mayores dicen que algo parecido pasaba con los
instrumentos de laboratorio. Hoy la tecnología se ha encerrado en cajas
negras y nosotros queremos abrirlas», afirma Conde.
La bióloga sueña que un día los niños pidan un kit de biohacking para
Reyes. Pero no se trata solo de jugar. «Una bióloga de EEUU [Kay Aull]
tenía que hacerse un test de hemocromatosis que era demasiado caro. Así,
decidió fabricárselo en su casa», explica Jansà. Aull es un mito para
los biohackers. «La autoexploración médica correcta y consciente, que no la autodiagnosis, es una de las posibilidades que abre el biohacking", apunta Conde.
Una
legión de aficionados aplicados a trastear con microbios puede disparar
alguna inquietud, pero Jansà se defiende con un ejemplo. «Un microondas
se puede modificar fácilmente para irradiar al personal y provocar
cánceres, pero los microondas se venden en los súper. Si la gente sabe
lo que está haciendo, no tiene por qué hacer cosas insensatas»,
concluye.